Nuestros Valores
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Enseñanza de la Palabra de Dios verso por verso que nos trae la Salvación, la Transformación, y la Madurez para ministrar.
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La alabanza es centrada en la persona y en la obra del Señor Jesucristo y en la verdad de su Palabra, reconociendo sus virtudes, quedarnos impactados por ellas y alabarle por ellas.
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Prioridad en la oración que enfatiza nuestra dependencia de Dios para sostenernos en su perfecta voluntad.
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Reconocer y ministrar con amor las necesidades de cada persona de nuestra iglesia y de la comunidad por el poder del Espíritu de Dios.
Declaracion de Valores
Lo que Creemos
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Creemos que la única base verdadera del compañerismo cristiano es el amor de Cristo, y sin ella no tenemos el derecho de llamarnos Cristianos.
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Creemos que la alabanza a Dios debe ser espiritual. Por lo tanto somos flexibles y entregados a la guía del Espíritu Santo para dirigir nuestra alabanza.​
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Creemos que la alabanza de Dios debe ser productiva. Por lo tanto, buscamos los frutos del Espíritu Santo en nuestras vidas como la manifestación suprema de obediencia y adoración a Él en espíritu y en verdad.
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Creemos en el ministerio presente del Espíritu Santo. Porque Él mora en nosotros, el Cristiano puede vivir una vida santa y ser un testigo para Cristo. También creemos que Su poder, frutos y dones están disponibles para todos los creyentes de hoy en día.
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Creemos en la infalibilidad de las Escrituras. Procuramos enseñar la Palabra de Dios de una manera en que su mensaje se pueda aplicar a la vida de un individuo, dirigiendo esa persona a una mayor madurez en Cristo.
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Creemos que es importante imitar las prácticas de la primera iglesia de las Escrituras. Por lo tanto, practicamos el bautismo en agua (inmersión) y el tomar regularmente de la santa cena (comunión). En nuestros servicios, nos enfocamos en una relación personal con Dios a través de la alabanza, la oración y en la enseñanza de la Palabra de Dios.
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Creemos que nuestra fe debe dirigirnos a ganar gente para Cristo, discipular gente en Cristo y enviar a la gente para Cristo en obediencia a su último mandamiento que se encuentra en Mateo 28.